
Y esto que puede parecer complicado se resume fácilmente en una idea clave: hay que pasárselo muy bien. En el juego del amor, desde los primeros pasos en la aproximación inicial, hasta los últimos alientos en la senectud, hay que disfrutar y pasárselo bien. Creo que ahí está la clave, si no se hace así, es fácil caer en la apatía y en la monotonía.
Piensen en los tiempos de noviazgo, las inseguridades propias del momento y las torpezas del desconocimiento, si no se transforma en un momento “divertido”, de goce y de alegría se convierte en un momento que puede resultar a veces complicado. Es el momento de máximo disfrute con las pequeñas cosas que se van descubriendo como si de tesoros se trataran.
Y los primeros años de matrimonio, con las incomodidades propias de empezar a compartir una vida, que pueden resultar hasta jocosas si se miran desde este prisma de convertir todo momento en felicidad; y no digamos nada de los primeros hijos y la ilusión incluso de esperarlos, ¡cómo no va a ser eso un motivo de alegría!
Pero no me quiero olvidar de los matrimonios “adultos” de esos que celebran ya sus aniversarios por decenas. Matrimonios felices sustentados en la fortaleza que da la vida compartida, y bien amada. Quizá la felicidad menos explosiva pero más consolidada. Recuerdo una escena de una película que a lo mejor también recordaran: “el violinista en el tejado”. Uno de los últimos fotogramas tenía como fondo una casa, en el tejado estaban una pareja de felices y jóvenes enamorados y en la terraza, un poco más abajo, un matrimonio anciano, simplemente próximos el uno al otro, pero con el reflejo de la más absoluta felicidad en sus arrugadas caras. Sirva esta imagen para remarcar esta idea: en cualquiera de las etapas del amor humano entre un hombre y una mujer “el secreto” está en , a través del amor entregado, procurar la felicidad, en pasárselo muy bien. Y ya supondrán que no todo será un camino de rosas, y que por supuesto no me refiero a una felicidad vacía y sólo exterior. La felicidad de la que hablamos nace en lo más profundo de cada uno de nosotros, y tiene mucho que ver con el Amor con mayúsculas y con el Bien. Los matrimonios cristianos hoy nos tenemos que caracterizar por nuestra alegría, ¡también los novios cristianos tienen que ser testimonio de felicidad!, porque el amor, el conocimiento y la entrega, cualquier relación bien vivida, sólo pueden ser motivo de felicidad, y esto hay que anunciarlo con la alegría.
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