lunes, 1 de junio de 2009

EL FESTÍN DE LA AMISTAD

El fin de semana pasado tuve la suerte de poder recibir en mi casa a dos buenos amigos. Y digo suerte porque desde hace algún tiempo nos separan unos cuantos kilómetros que dificultan estos encuentros, más frecuentes en tiempos pasados. Y he pensado que en este espacio sobre el amor humano hemos dedicado quizá un tiempo insuficiente a hablar de la amistad, que también en una forma de amor.
A los antiguos, la amistad les parecía el más feliz y más plenamente humano de todos los amores: coronación de la vida y escuela de virtudes. Quizá el mundo moderno haya desvirtuado este valor de la amistad, y la reduzca hoy a simple camaradería. No es fácil tener buenos amigos. No es frecuente tener muchos buenos amigos, a lo mejor porque no es posible vivir intensamente la amistad con mucha gente distinta, no lo sé.
Lo que es innegable es la satisfacción del encuentro en la amistad. Aunque haya pasado el tiempo, aunque hayan cambiado las circunstancias y aparecido nuevos y distintos amores. Los amigos que se encuentran necesitan un solo saludo para saberse amados, en ese misterioso amor que supone la amistad. Es esa sensación de haberse visto el día anterior lo que facilita el encuentro. Los amigos “son”, aunque no conozcan cada segundo de sus historias ni todo resquicio de sus pensamientos. Se es libre y auténtico con los amigos; en la amistad no tienen lugar los formalismos ni los protocolos, simplemente hay que ser, eso es lo verdaderamente importante igual que en otras formas de amor.
Pensando en esto me he acordado de un buen libro del escritor C. S Lewis, muchos de ustedes lo conocerán, se trata de “ Los cuatro amores”. En él habla del afecto, del eros, la caridad y la amistad. Sobre la amistad afirma : “La amistad no es una recompensa por nuestra capacidad de elegir y por nuestro buen gusto de encontrarnos unos a otros, es el instrumento mediante el cual Dios revela a cada uno las bellezas de miles de otros hombres; por medio de la amistad Dios nos abre los ojos ante ellas. Como todas las bellezas, éstas proceden de Él, y luego, en una buena amistad, las acrecienta por medio de la amistad misma, de modo que éste es su instrumento tanto para crear una amistad como para hacer que se manifieste. En este festín es Él quien ha preparado la mesa y elegido a los invitados”.
Puede parecernos un pensamiento “excesivamente trascendente” sobre la amistad, pero para un cristiano no existe la casualidad, y no podía ser de otra forma con los amigos. Descubrir la amistad como un don de Dios, nos hace sin duda valorar más esa forma concreta de amar, nos permite ser humildes, generosos, amables, espontáneos....Vivir así la amistad es ser conscientes de la gratuidad del don que tiene que ser cuidado y conservado. Si han tenido experiencia de una buena amistad, sabrán de qué les estoy hablando.