jueves, 22 de octubre de 2009

CADA VIDA IMPORTA

Y como no puede ser de otra forma, vuelvo a la carga haciéndome eco de la gran manifestación que hace unos días aconteció en Madrid, para celebrar y defender la vida. En defensa de la maternidad, de la mujer y de la vida: cada vida importa. Allí estuvimos, en familia, con amigos, compartiendo con tanta gente la ilusión por defender una vez más, y las que hagan falta, cualquier vida, toda la vida. Me gustó ver gente de todas las edades, niños y ancianos, gente sola, grupos de amigos, familias enteras, carros y silletas de bebé de todas las modalidades.....pero sobretodo me gustó ver a muchos hombres. Hombres comprometidos por la maternidad y por la vida. Porque si unos pocos quieren dar a la mujer el derecho a abortar, muchos más quieren defender el derecho a acoger la vida; y allí estaban también ellos: los padres, co-responsables en la concepción y en la acogida de la nueva vida que nace. Responsables de un modo único de cuidar y proteger a la madre, mujer gestante. Y allí había muchos, dando ejemplo. Apoyando y defendiendo la vida, pero apoyando y defendiendo también a la mujer, y su maternidad. Eso sí que es ser progresista, y moderno, y querer velar por los derechos de las mujeres. Y había muchos, se lo puedo asegurar. Muchos padres a los que “ningunea” la nueva ley, privándoles del derecho a ser padres. ¿Lo habían pensado?. Se defiende a ultranza el derecho de la mujer a matar al niño que espera, y ¿quién defiende el derecho del padre a cuidarle, quererle y protegerle toda la vida?. Soy consciente de que en muchos de los casos, es el padre el que se desentiende de la nueva criatura, por miedo, o por ignorancia, pero precisamente a esos, es necesario informar adecuadamente y ayudar a entender el increíble milagro que entraña y que sin duda es la concepción de un nuevo hombre.
Me decía el otro día una amiga que acaba de sufrir un aborto natural, de su tercer hijo, que esto le ha servido para ser más consciente del auténtico drama del aborto. Su reflexión era muy sencilla. Si los hijos se consideran un don, y no se programan ni se “producen”, sólo se puede acogerlos con inmensa alegría y siendo muy conscientes de tan inmerecido don. Y por eso también, cuando se mueren siendo todavía muy pequeños e “invisibles”, queda el consuelo y la confianza en el Creador, a quien todos pertenecemos. Y a pesar de tener ya dos hijos preciosos y un angelito en el cielo, hay una cierta tristeza y sensación de vacío tras la pérdida del ser que esperaba. Tristeza sublimada en mayor y mejor amor a sus hijos y a su marido, sabiendo que esa es la mejor forma de superarlo y vivirlo. Y esto así, siendo algo natural y enmarcado dentro del gran misterio de la vida. ¿Se imaginan la desazón que tiene que sentir una madre que ha decidido matar a su hijo?. Esa era su reflexión, que hoy comparto con ustedes.
Por eso, una vez más: Sí a la vida. Defendámosla con uñas y dientes, con alegría, convencidos de que ganaremos esta batalla a favor de la vida. Seamos conscientes de que esto nos implica a todos, en nuestras profesiones, en nuestras familias, con la gente que tengamos cerca. Tenemos que ser generosos y ayudar a las madres que se sientan desprotegidas y no aceptadas en sus ambientes. Tenemos que acompañar, ayudar, acoger y querer a las madres en dificultades. Estoy segura de que así nacerán muchos más niños, que tienen derecho a vivir. Como oía ayer en una canción, en la defensa de la vida, todos podemos hacer más.