miércoles, 17 de septiembre de 2008

ATRACCIÓN A PRIMERA VISTA

He seguido dando vueltas al tema que nos ocupó en la última intervención después de una conversación muy interesante suscitada después de lo comentado. Para los que no pudieron escucharnos, o para refrescar la memoria de nuestros oyentes después de esta pausa, hablábamos de si era posible el amor a primera vista y concluíamos diciendo que era posible la atracción a primera vista, pero el amor, entendido en toda su plenitud, requería además de un tiempo de conocimiento y de profundidad y de una disposición personal para compartir un proyecto eterno. Pues bien, con todo esto como fondo de una conversación, alguien lanzó al ruedo la palabra impulso. Y desde aquí empiezo mi reflexión de hoy.
El impulso es según la Real Academia Española de la Lengua “el deseo o motivo afectivo que induce a hacer algo de manera súbita, sin reflexionar”, y esto es lo que dirige la atracción inicial, el mal llamado “amor a primera vista”. Precisamente porque habla de deseo y de afecto, “sin más”, y ocurre de forma imprevista y súbita, sin tiempo para razonar ni plantear nada más. He aquí otro argumento para afirmar que no es posible ese tipo de amor. Sin embargo la conversación no terminó ahí. Quien lanzó esta palabra era un firme defensor del amor a primera vista como forma inicial y necesaria para llegar al verdadero amor. Según defendía, siempre es necesario un impulso inicial, una atracción, una tendencia natural, un “ir hacia”. Los motivos primeros pueden ser múltiples y muy variados, bien de tipo intelectual o espiritual, o bien referentes a la estética y la belleza. Camino inicial necesario para llegar a alguien. Pero continuaba en su reflexión afirmando que ese impulso inicial se tenía que transformar en impulso “de otro tipo” que curiosamente también recoge el diccionario acerca de este término, y que hace referencia a la “fuerza que lleva un cuerpo en movimiento o en crecimiento”.
Y aquí es donde está la novedad y este el impulso que muchas veces se nos olvida. Conocer a alguien que atrae, desde los afectos más primarios o desde el puro intelecto, tiene que servir de motor para seguir creciendo. Es la fuerza que tienen los héroes en las batallas por conseguir la tierra deseada, o los grandes santos en sus empresas. Un hombre enamorado, afectivamente atraído por una mujer, tiene una fuerza especial para transformar el mundo que le rodea, empezando por su propia persona. Y es ahí donde misteriosamente se forja el amor, en ese proceso de conocimiento que sólo puede ser crecimiento. Y es así como necesariamente tienen que surgir temas profundos de conversación, porque es ahí donde se juega el futuro. Por eso, el amor no puede quedar estancado en una camaradería como comentábamos el otro día. Tiene que exigirse cada vez más, tiene ahondar en la espiritualidad y en la visión trascendente de los que se aman, tiene que proyectar el futuro utilizando las mismas coordenadas, tiene que permanecer siempre abierto y dispuesto a cambiar.
Atracción a primera vista, impulso inicial, conocimiento, ¡impulso! como fuerza transformadora y así, camino del Amor. Y en este camino puede ocurrir, como muchas veces ocurre, que una de las partes no quiera seguir caminando, que prefiera conformarse con un “amor a medias”, o un “amor simplemente afectivo” y es entonces cuando puede surgir la duda. Pero eso es lo bueno y lo propio del noviazgo: ser conscientes del amor al que somos llamados de forma radical y absoluta, y ver qué amor (es difícil hablar de “grados de amor”), somos capaces de alcanzar con la persona elegida. El impulso inicial tiene que ayudar a descubrir las dos realidades que se ponen en juego, para saber si pueden seguir caminando juntas eternamente.
“La fuerza que lleva un cuerpo en movimiento, o en crecimiento”, eso es el impulso. Los saltadores de pértiga cogen impulso para saltar la mayor altura, del mismo modo que ellos, nosotros debemos aprovechar el impulso inicial del enamoramiento o la atracción para alcanzar el verdadero Amor.

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