domingo, 6 de julio de 2008

ÉTICA SEXUAL CATÓLICA

Leía el otro día en un libro de George Weigel que “la ética sexual católica libera el puro erotismo transformándolo en donación de sí; y eso lleva a una relación que afirma la dignidad humana de los dos miembros de la pareja”. Puede parecer una afirmación evidente y probablemente lo sea, pero no quiero dejar pasar la oportunidad de hacer una reflexión sobre este tema de la sexualidad y el erotismo. Si buscamos en el diccionario la palabra erotismo, la definición es sencilla: amor sensual. Sabemos también que los antiguos griegos dieron el nombre de eros al amor entre hombre y mujer, que no nace del pensamiento o la voluntad, sino que en cierto sentido se impone al ser humano. Estas definiciones reflejan bien cómo entiende la sociedad hoy este término, con todo el acento marcado en la materialidad y carnalidad del amor, en la pasión incontrolada y el despertar del instinto animal. La sexualidad humana es un campo amplio que implica todas la relaciones que se dan entre hombres. No nos asustemos ante esto, somos seres sexuados y Dios nos ha dado un cuerpo para presentarnos así ante los demás. Es nuestra “carcasa personal”, claro está que además de cuerpo tenemos alma, y por eso tendemos a la trascendencia. Centrando el tema de la sexualidad en las relaciones hombre-mujer es evidente que en la sociedad se defiende el erotismo así entendido. Por eso me llamó la atención la frase que leí y que les recuerdo: “la ética sexual católica libera el puro erotismo transformándolo en donación de sí; y eso lleva a una relación que afirma la dignidad humana de los dos miembros de la pareja”. Y sigo citando al mismo autor: “La ética sexual católica canaliza nuestros deseos “desde el corazón” de modo que conduce a una verdadera comunión de personas, a un auténtico dar y recibir. La donación personal se corrompe cuando se convierte en afirmación personal. Esto es lo que hace la lujuria. Pero lujuria y deseo son dos cosas distintas. Si siento verdadera atracción por alguien, deseo darme a esa persona buscando sólo su bien, no el mío. Lujuria es lo contrario del don de sí mismo; es el prurito del placer transitorio por el uso y el abuso, de otra persona. Si un hombre mira lujuriosamente a una mujer, o una mujer a un hombre, el otro deja de ser persona y se convierte en objeto de satisfacción personal.
Una interesante reflexión: el amor sensual / erotismo transformado en donación como verdadera y única comunión. La donación absoluta del cuerpo y de la mente, como forma absoluta de amor . Es evidente que “lo católico” no anula la corporeidad ni el deseo, sino que lo transforma en vertical hacia lo trascendente. En el mundo actual se defiende la realización personal, procurando espacios personales y el propio bienestar, que excluyan a los demás. Se intenta hacer creer que un cierto grado de egoísmo es bueno para mantener la propia identidad; incluso en lo relativo a las relaciones sexuales los mensajes –principalmente dirigidos hacia los jóvenes- están orientados a la búsqueda personal del placer. Un error: sólo el amor que es donación satisface al hombre. Una cosa más, la engañosa “liberación de la mujer” que vivimos le está llevando a vivir la sexualidad como mero producto de consumo y placer, cuando tradicionalmente todo lo relacionado con el erotismo y esta pobre concepción de la sexualidad era más frecuente en el hombre. Quizá por una natural sensibilidad y por un sano pudor la mujer era más capaz de comprender la dimensión trascendente de la sexualidad . Igualarnos en esto no es un avance, todo lo contrario. La formación de la sexualidad es tarea urgente en los jóvenes, porque el descubrimiento de la grandeza de esta dimensión humana, natural y santamente vivida, sólo puede resultar atractiva. Una vez más, no tenemos que tener miedo a hablar de esto, apuntando alto, mirando a la trascendencia del cuerpo y de su modo de relación sexual. Porque, no lo olviden, la felicidad humana depende de la donación de sí mismo, no de la afirmación del propio yo.

No hay comentarios: