“La primavera la sangre altera”, dicho popular que se ha utilizado muchas veces, para hacer referencia al coqueteo que los hombres y las mujeres inician con más frecuencia en esta época del año. A lo mejor es casualidad, y no creo que haya estudios científicos que avalen esta afirmación, pero en los últimos días han sido varias las personas que me han dicho que habían conocido a gente “interesante”. Y pienso que probablemente esto se deba a una mayor “exposición” de nosotros mismos en estos tiempos primaverales, y no me vayan a entender mal. Después de las bajas temperaturas del invierno que invitan a retiradas tempranas al cálido hogar, el inicio de la primavera supone que empieza el buen tiempo, se alarga el día y nos vamos deshaciendo de las múltiples capas que nos han abrigado en los meses previos. Como consecuencia de esto, salimos a la calle, y “nos dejamos ver más”, incluso nos animamos a tomar unas cañitas con los compañeros al salir del trabajo. Y así surgen las relaciones. Parece lógico. La primavera la sangre altera, o lo que es lo mismo, en primavera “entramos en juego”. Porque eso es una de las cosas necesarias para empezar una relación de noviazgo, ponerse en juego, mostrarse, dejarse ver, coquetear en el buen sentido de la palabra, y a fin de cuentas, estar en el tablero. Y todo esto además con un matiz muy especial para la mujer, motivo que hoy nos ocupa en este espacio radiofónico ¿no lo creen así?. Comentando este tema el otro día, descubrí más detalles sobre el importante papel de la mujer en este juego (permítanme expresarme en estos términos). La mujer, por su sensibilidad exquisita, es capaz de sentirse atraída por la belleza y el bien, más allá del aspecto externo, algo que tradicionalmente ha sido más difícil en el hombre. Al mismo tiempo, por su feminidad y su encanto propio (que no siempre es belleza según los cánones establecidos), sabe mostrar sus mejores cartas y coquetear con gracia atractiva y sugerente. Y en este empezar a jugar del que hablamos, destacaría también su prudencia, que habitualmente le permite establecer la distancia necesaria para ir ganando en intimidad, sin que la situación pueda resultar forzada o incómoda en un momento dado. Y todo esto amenizado con altas dosis de creatividad y ternura. Por eso es tan importante el papel de la mujer cuando se empieza una relación.
La sociedad en la que vivimos no siempre establece diferencias en la forma de relacionarse, y a veces es difícil establecer el límite en las relaciones afectivas entre hombre y mujer, diferenciando la amistad del noviazgo, o de la simple atracción sexual puntual y carente de compromiso. Y este hecho cada vez se da más, y resulta más difícil establecer criterios para vivir esta realidad entre los jóvenes. Pues bien, es aquí donde la mujer tiene un papel primordial, y precisamente-creo- por todo lo dicho antes: por su sensibilidad, su atractivo natural, su prudencia, su ternura y creatividad. Después de la atracción mutua inicial y necesaria entre el hombre y la mujer (que puede ser en el marco del aspecto físico, intelectual o afectivo), la mujer puede con una habilidad natural y cierta picardía marcar con inteligencia los tiempos, evitando la sola atracción física o el impulso inicial, ahondando en el ser más profundo del hombre, provocando conversaciones de temas más comprometidos y personales, hablando con sencillez de los temores y fragilidades....en definitiva, de ir estableciendo una relación. Me decía una vez un amigo que el éxito de su noviazgo había estado en su novia, por lo fácil que había hecho situaciones más comprometidas, y por lo bien que había ido marcando los tiempos, algo que –afirmaba convencido- resulta más difícil a los hombres, por su impulsividad habitual.
Quizá deberíamos esforzarnos en marcar diferencias, precisamente ahora que todo tiende a la igualdad. La mujer tiene un potencial único para cuidar especialmente las relaciones de noviazgo, precisamente por su feminidad. El hombre –lógicamente- deberá también ser parte activa de la relación, pero no nos referimos a él ahora. Si educamos para que la mujer sea mujer en todos los ámbitos, y especialmente en sus relaciones personales, afectivas y siempre sexuadas, quizá contribuyamos al éxito de los nuevos noviazgos. Sé que todo esto es políticamente incorrecto, y perdonen una vez más mi atrevimiento. Pero creo que algo de verdad puede haber en esta reflexión. Juzguen ustedes.
La sociedad en la que vivimos no siempre establece diferencias en la forma de relacionarse, y a veces es difícil establecer el límite en las relaciones afectivas entre hombre y mujer, diferenciando la amistad del noviazgo, o de la simple atracción sexual puntual y carente de compromiso. Y este hecho cada vez se da más, y resulta más difícil establecer criterios para vivir esta realidad entre los jóvenes. Pues bien, es aquí donde la mujer tiene un papel primordial, y precisamente-creo- por todo lo dicho antes: por su sensibilidad, su atractivo natural, su prudencia, su ternura y creatividad. Después de la atracción mutua inicial y necesaria entre el hombre y la mujer (que puede ser en el marco del aspecto físico, intelectual o afectivo), la mujer puede con una habilidad natural y cierta picardía marcar con inteligencia los tiempos, evitando la sola atracción física o el impulso inicial, ahondando en el ser más profundo del hombre, provocando conversaciones de temas más comprometidos y personales, hablando con sencillez de los temores y fragilidades....en definitiva, de ir estableciendo una relación. Me decía una vez un amigo que el éxito de su noviazgo había estado en su novia, por lo fácil que había hecho situaciones más comprometidas, y por lo bien que había ido marcando los tiempos, algo que –afirmaba convencido- resulta más difícil a los hombres, por su impulsividad habitual.
Quizá deberíamos esforzarnos en marcar diferencias, precisamente ahora que todo tiende a la igualdad. La mujer tiene un potencial único para cuidar especialmente las relaciones de noviazgo, precisamente por su feminidad. El hombre –lógicamente- deberá también ser parte activa de la relación, pero no nos referimos a él ahora. Si educamos para que la mujer sea mujer en todos los ámbitos, y especialmente en sus relaciones personales, afectivas y siempre sexuadas, quizá contribuyamos al éxito de los nuevos noviazgos. Sé que todo esto es políticamente incorrecto, y perdonen una vez más mi atrevimiento. Pero creo que algo de verdad puede haber en esta reflexión. Juzguen ustedes.
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